Carta semanal del Obispo de Osma-Soria
para el domingo 22 de mayo de 2011

Mis queridos diocesanos:

A pocos días ya de la por todos tan esperada Beatificación del Venerable Palafox, me ha parecido importante compartir con vosotros, a través de unas sencilla pinceladas, qué significa e implica para la Diócesis, para cada uno de los creyentes que la formamos, la Beatificación de alguien que vivió entre nosotros, sin olvidar que la Beatificación de Juan de Palafox y Mendoza es una oportunidad de gracia para la Iglesia universal.

La Beatificación de una persona es un procedimiento mediante el cual el Papa declara que un fiel difunto, por la vivencia en vida de las virtudes en grado heroico y por la realización de uno o varios milagros por su intercesión, goza de la Bienaventuranza eterna del Cielo y es digno de que ser venerado públicamente por el pueblo fiel.

Beato, hermanos, lo sabemos bien, procede etimológicamente de la palabra latina beatus, que significa feliz, bienaventurado. Por eso, la declaración por parte del Papa de alguien con este título es la declaración pública de que dicha persona está en el Cielo gozando del gozo pleno y eterno, del mismísimo Dios.

Ser Beato es haber escalado el tercer peldaño en el camino de la Canonización: el primero es ser declarado “Siervo de Dios”; el segundo, “Venerable”; el tercero, “Beato” y, finalmente, el cuarto, “Santo”. Un proceso de Beatificación comienza cuando el Obispo u Obispos de una o varias regiones eclesiásticas donde el candidato nació, vivió o murió, presentan su caso ante la Santa Sede. Para la declaración como “Beato” se sigue un largo proceso -que no es necesario glosar en estos momentos- basado en dos requisitos fundamentales: la aprobación y declaración de que tal persona vivió una vida de santidad (es decir, que vivió las virtudes cristianas en grado heroico) y, en segundo lugar, la aprobación y declaración de autenticidad del milagro que se ha hecho en virtud y por la intercesión de tal persona (o lo que es lo mismo, que el hecho o los hechos presentados y realizados por su intercesión no tienen explicación humana, y por lo mismo se consideran hechos sobrenaturales) Una vez que alguien ha sido declarado “Beato”, como os decía, desde ese momento éste puede ser venerado en una o en unas regiones determinadas, normalmente aquella o aquellas en las que se solicita la Beatificación.

Ahora bien, la Beatificación, por así decir, no impone nada ni a nadie en la vida de la Iglesia aunque sí pide el profundo respeto que supone una decisión de tal importancia rubricada por el Santo Padre. Es por ello por lo que la memoria litúrgica de los beatos no se celebra universalmente sino sólo en los lugares en los que hay motivo para hacerlo y se solicita a la Sede Apostólica (e incluso en estos lugares es también considerada litúrgicamente como memoria libre pues solamente sería obligatorio, por ejemplo, cuando la persona beatificada fuera el fundador de una Congregación determinada o se tratara del patrono o de la Iglesia donde está enterrado).

Mis queridos amigos y hermanos: os he descrito muy brevemente el Proceso seguido para que hoy estemos a pocos días de ver el gran día en el que se lea la Carta Apostólica mediante la cual nuestro amado Papa, Benedicto XVI, inscribe a Palafox en el Libro de los beatos.

Que él, nuestro próximo Beato Juan de Palafox y Mendoza, sea nuestro buen intercesor ante el Padre para que el ejemplo que en su vida nos dejó seamos capaces de imitarlo para que así, un día, podamos gozar con él y con todos los santos en el Cielo.

Con profundo gozo, en la espera dichosa del día de la Ascensión del Señor en el que veremos a Palafox “ascender” a los altares, os bendigo de corazón.

† Gerardo Melgar Viciosa
Obispo de Osma-Soria
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